Apuntes de estar por casa (I)
1
De pronto se ha interrumpido todo lo que siempre ocurre. La vida sin convivialidad de la que tanto hablamos, el mundo organizado en función del máximo rendimiento y de la máxima eficacia, la producción global, los mercados, y esa idea tan loca de vivir para trabajar y trabajar para consumir sin descanso que habíamos empezado a ver como normal. Todo detenido por no se sabe cuánto tiempo. Definitivamente, estamos viviendo lo que se dice «un momentazo».
2
Esta rara experiencia desmonta nuestro extraño modo de vida. En apenas dos o tres días, todos los parámetros que sostienen la disciplina diaria de nuestras vidas se han visto desplazados. Tanto los temporales como los espaciales: todos. En este sentido, lo que estamos viviendo es el fin del mundo, pues el mundo tal y como era para nosotros ha dejado de existir. Y, de momento, a mí este fin del mundo me está sentando fenomenal.
3
Lo había imaginado alguna vez, pero nunca pensé que llegaría a verlo con mis propios ojos. Las calles de mi ciudad libres del flujo constante de coches, los espacios por los que deambulamos, pegados los unos a los otros tratando de no estorbarnos, vacíos por completo. Barcelona ha dejado de ser un vagón de metro en hora punta. Abro la ventana, siento el aire frío pero apacible que corre por las calles colmadas del sonido de la lluvia y todavía no me lo creo del todo.
4
Por paradójico que pueda sonar, este encierro me arranca del régimen de privación perceptual en el que me encontraba. Comienzo a distinguir de nuevo el día de la noche y eso me ofrece un ligero indicio de dónde me encuentro, de cuál es la situación en la que me encuentro a diario cuando todo funciona con normalidad. Estoy encerrado, de eso no cabe duda, pero encerrado fuera de un mundo que no me permitía prestarle nunca la más mínima atención.
5
Tengo la sensación de estar inventando un nuevo espacio psicológico. Es como si fuera mi vida mental la que ha entrado en cuarentena y no yo. Antes del encierro no sentía casi nunca mi lugar en el mundo. Lo que sentía más bien era que, fuera donde fuera, debía llevar siempre conmigo mi propio lugar. Ahora eso está cambiando. Ahora en vez de tratar de incorporar el mundo a mí, me han entrado ganas de incorporarme yo al mundo.
6
Desde el interior de mi casa, liberado de una ciénaga de obligaciones, percibo con absoluta claridad el robo de tiempo que sufro a diario. La mía es, principalmente, una cuarentena de la enfermedad del tiempo, una infección mental que te deja subordinado a un futuro presente y horripilante. Ahora, desde aquí, puedo volver a hacer cosas que ya no podía hacer, y también puedo no hacerlas si no quiero. Ya no está todo permanentemente encendido. Antes del encierro el mundo tenía un único botón de encendido, haber dado con el botón de apagado ha sido todo un descubrimiento.
7
Desde que vuelve a haber límites descanso mucho mejor. Y mis vecinos también. Lo sé por el silencio que desprende el edifico por la noche y el agradable murmullo que lo llena por el día, señal inequívoca de que vuelve a estar alineado con la rotación del planeta y con las variaciones de la luz diaria. Cargado de una nueva fuerza creciente, el viejo bloque de viviendas donde estoy encerrado desprende estos días el mismo impulso de vida que hay en todas las demás cosas.
8
Lo había leído en los libros y ahora sé que es verdad. Toda catástrofe viene acompañada de un grandísimo impulso de generosidad. Lo sentí anoche cuando mis vecinos se pusieron a aplaudir. Aquello fue un inédito desafío a nuestra moralidad. Ante la pregunta de cómo vamos a reaccionar frente al dolor de los otros, mis vecinos respondieron así, y el aplauso hizo saltar por los aires todo andamiaje ideológico.
9
Los millones de átomos que se aglomeran en una ciudad rara vez logran encontrarse. Andrea dice que eso es porque estamos atrofiados. «Vivir tanto tiempo bajo una estricta y metódica disociación nos ha atrofiado, y ahora ya no sabemos en qué consiste una verdadera experiencia compartida». Eso dice ella mientras se asoma a la ventana para unirse al aplauso. Hay algo en este encierro que no nos deja comportarnos como los individuos neutralizados que acostumbramos a ser.
10
Aquí no pienso mucho en el futuro. No sé qué pasará cuando acabe este encierro colectivo y nuestras emociones dejen de estar sincronizadas otra vez. Cuando retomemos nuestra habitual socialización distante. Supongo que, después de haber experimentado otra relación con el tiempo, el regreso al tiempo infinito de la producción y el consumo no será fácil. Puede incluso que notemos que el tamaño de la tierra se encoge debido a la presión que ejerce ese tiempo. También puede ser que los gobiernos decidan hacer del miedo, de su difusión mediática y de su gestión, su única política, y traten de convencernos de que dependemos de ellos para preservar nuestra seguridad física. Además, mucho me temo que tendremos que hacer frente otra vez a un nuevo desplome económico que se llevará consigo a los de siempre, a los más pobres. Pero esto no son más que conjeturas, preguntas sin respuestas de esas que han llevado a la ruina a miles de profetas a lo largo de los tiempos. Así que, de momento, seguiré un tiempo más disfrutando de esta profunda grieta que se ha descubierto en la faz de la Tierra. No pienso preocuparme por el segundo acto hasta que el primero no haya terminado, pues la vida es posible sólo cuando no conocemos lo que vendrá.
Siguientes capítulos
17 marzo, 2020 @ 21:53
Fantástico.
18 marzo, 2020 @ 19:07
Gracias, Josep.
17 marzo, 2020 @ 21:55
Hola Leo me gusta lo que has escrito porque yo tambien lo pienso. Por un lado disfruto de este momento de paz , de estar con la familia y de dedicar tiempo a las cosas que me gustan y me apetecen. ¡Disfruto con sonidos que hasta ahora nunca se oían! También reflexiono sobre este ritmo de vida impuesto por las necesidades globales de la produccion que no es el mío y que nos roba tanto tiempo … ¿nos preguntamos acaso si necesitamos tantas cosas para ser felices? De repente te das cuenta de la catidad de personas que viven solas y pienso en cómo lo estarán pasando ¿por qué rechazamos la vida en comunidad? ¿qué tipo de ciudad queremos? Esta situación es una oportunidad para responder estas preguntas.
Pero a la vez se cierne sobre nosotros el poder del miedo como instrumento de control de los estados y los medios a las personas.
Yo tampoco quiero pensar en el capítulo 2 y ¡¡¡disfruto del momentoooo!!
18 marzo, 2020 @ 19:06
Es verdad, así es, habitamos un extraño equilibrio entre la excepción (y el placer que ella trae consigo) y el miedo a qué pasará. Hay que hacer lo posible para no caer del lado del miedo.
17 marzo, 2020 @ 23:07
Me ha encantado leerte….simplemente, GRACIAS.
18 marzo, 2020 @ 19:06
Gracias a ti por leerlo, Noelia.
17 marzo, 2020 @ 23:55
Gracias por este texto Leónidas. Ha sido un placer leerlo y verme identificada en él. Estos días estoy contenta. Contenta porque hemos parado. Y ya era hora. Como si el mundo mismo se diera cuenta que cargaba demasiado peso sobre su espalda. Nadie sabe lo que vendrá pero me da igual. Acaso los que nacimos ‘enmedio’ de todo no vivimos siempre así? Buscando oportunidades en la incertidumbre. Te mando un gran abrazo, Leo. Fui alumna tuya en 4to de BBAA hará ya 5 años.
18 marzo, 2020 @ 19:08
Qué razón tienes, Gemma, los que nacimos “enmedio” de todo hemos vivido un poco así siempre 😉 Me alegra saber de ti. Un abrazo.
18 marzo, 2020 @ 09:40
Es precioso, que reflexion más bien escrita, cuanta verdad!!! En cualquier otro momenti no tendría tiempo de leer semejante texti, en cambio ahora todo es distinto. Gracias
19 marzo, 2020 @ 13:13
Qué bien que tengas tiempo para leer este texto, gracias por el comentario.
18 marzo, 2020 @ 22:27
Excelente Leónidas! Una verdadera joyita!!!
19 marzo, 2020 @ 13:14
Me alegro de que te guste el texto, Carlos. Gracias por pasar por aquí.
18 marzo, 2020 @ 22:47
Grande Leo!!! Aquí estamos en el campinco, respirando primavera y asumiendo poder ser las únicas habitantes de la Tierra si no fuera por las telecomunicaciones. Sería brutal perderlas, brutal… eso sí da vértigo.. Pero quien sabe..
Besicos y sigue adelante
19 marzo, 2020 @ 13:15
¡Esa Sonia! Sin comunicaciones no me llegaría este comentario tuyo tan bonito, y eso sí que sería una gran pérdida. Disfruta de la vida salvaje.
19 marzo, 2020 @ 10:24
Muy sabio! Disfrutemos de esta parar sin sentirnos culpables. Estoy contenta de haber parado. Me has animado a no pensar en lo que vendrá. Eso puedo hacerlo mañana. Hoy a vivir el momento y a aprovecharlo como queramos sin obligaciones.
19 marzo, 2020 @ 13:16
¡Nada de culpas! Apartemos ese peso de nuestro cuerpo y andemos ligeros estos días.
20 marzo, 2020 @ 11:10
Gracias Leonidas. Hace tiempo que pensaba, quería ,retirarme unos días a replantearme mi vida y ha llegado este momento. Si salgo de ésta creo que mi existencia será diferente. Muchas gracias por tu maravilloso escrito. Mercedes.
20 marzo, 2020 @ 12:57
Hola compañero, excelente reflexión sobre estos días enjaulados dónde redescubrimos y reinventamos la vida.Uno consigo mismo.Esto de Uno es lo que hace. Quienes somos ? Que hacemos.Volver a girar con el planeta.Te abrazo virtualmente desde Mina Clavero, traslasierra, Cordoba, Argentina en cuarentena.
27 marzo, 2020 @ 05:47
Gracias por tus reflexiones.
Gracias por compartirlas 🙂
Creo que todos en nuestras casas también las hacemos.
Será un cambio de paradigma, así lo espero así lo siento.
El tren se está deteniendo… la siguiente pregunta es: ¿quién quiere bajar?
Si somos muchos, tal vez el cambio sea aún mayor y más rápido.
Por ahora en casa, haver que ocurre