Ha llegado el momento de atacar

Puedes pensar que fue gente como Marcuse quienes crearon influencia en los años 60. Yo, sinceramente, creo que fue la tele. La tele inventó el termino «Hippie», la tele dio a conocer High Astbury, el LSD y la música psicodélica. La tele también fue la que expandió por el mundo las distintas ideas y prácticas políticas que definieron la década.
Esta capacidad de influencia la comprendieron muy bien los Yippies, por eso se propusieron llevar a cabo su acción política en los platós televisivos y no en las aburridas asambleas universitarias. Con su Teatro de guerrilla pretendían hacer sexy la resistencia, elevar su actuación teatral a programa político. Más que concienciar, los Yippies querían impresionar. Dejar con la boca abierta a sus contrincantes y atraer con sus encantos a todo posible aliado. Seducirles hasta hacerles saltar del sofá.
Aunque el mundo de los Yippies –los años 60– es muy distinto al nuestro, creo que parte de su estrategia revolucionaria continúa siendo vigente hoy. ¿Cómo representar los valores del 15M en la televisión de nuestros días? Cooperación frente a competencia; acción frente a delegación; lo común frente a lo privativo; identidades ligeras y cambiantes frente a pertenencias rígidas, inamovibles. ¿Cómo representar la inteligencia y creatividad colectiva, el disfrute y el humor social frente al mundo horrible de la crisis? Si logramos responder a estos interrogantes, si somos capaces de crear imágenes de esta índole en los platós televisivos, entonces nuestros valores empezarán a cobrar vida. Existirán. Como decían algunos hippies: «If you can act it out, it´s real» (Si lo puedes actuar, es real)
Aquí tenéis una ejemplo de actuación Yippie en la televisión (los subtítulos en castellano son cortesía de Guerrilla Translation)
Y me digo a mí mismo: «Amigo, si tienes una idea, mucho más si se trata de una buena idea, de esas que ayudan a gozar de la luz y a enfrentar las sombras, debes esforzarte todo lo que puedas en hacerla accesible. Si lo haces, tu idea resplandecerá en las pupilas brillantes de aquél que la escuche. Pruébalo, verás como estoy en lo cierto. La sencillez es la clave, my friend»
Que caminemos juntos no quiere decir que tengamos las mismas ideas, ni que constituyamos lo que comúnmente se llama una masa, ni una corriente, ni incluso un movimiento. Nada de eso. No creo que nuestros destinos estén imbricados en una idea común. Nuestros pasos los guía, más bien, nuestra generosidad y nuestra valentía. La de muchos. Nada más que eso.
El tiempo apremia y la situación nos fuerza a ser tan fuertes como aquello a lo que aspiramos a contemplar.
Todo teatro y toda danza con pretensiones políticas ha intentado siempre, en cualquier época, una misma cosa: revelar con el cuerpo la mentira y la hipocresía encubiertas en algunos procesos sociales. Si lo piensas, este reto es de lo más curioso: ¿cómo se desenmascara a un mentiroso cuando lo que tú haces es básicamente mentir, aparentar ser otro, mostrar unos sentimientos que en realidad no son los tuyos? Hace algunos días, los chicos y chicas de #PosMeSalto en México parecen haber dado con una respuesta a este dilema.
Os pongo en situación: termina el año y el gobierno de la Ciudad de México decide implementar un nuevo y significativo aumento en el precio del transporte público. Pero no lo hace de la manera habitual, esta vez no se trata de una imposición gubernamental al uso –eso sería muy antiguo–, este nuevo tarifazo responde más bien a una… ¡decisión democrática!
Al menos así es como lo explica la campaña gubernamental informativa que desde hace ya varias semanas inunda las calles de la ciudad. En ella puede leerse, entre otras cosas, que «el aumento del precio conllevará unos grandes beneficios sociales» –mentiras, hipocresías encubiertas en algunos procesos sociales–. Una vez hecho esto, el gobierno saca a la calle una serie de consultas para determinar –también mediante decisión popular, claro–, si debe aplicarse dicha subida o no. El resultado de estas encuestas ya os lo podéis imaginar: mayoría absoluta de aquellos favorables al aumento.
Paralelamente, en las redes sociales es mucha la gente que se expresa en dirección diametralmente opuesta. Varias encuestas espontáneas muestran resultados bien distintos a los oficiales. Es entonces cuando un grupo de actores y actrices vinculados a la campaña #PosMeSalto (la campaña social contraria al tarifazo) realizan la intervención que muestran estas bellas imágenes. Un dispositivo sensible que, además de manifestar un sentido muy concreto (la protesta contra el aumento en el precio del transporte público), acierta a encarnar la realidad de ese mismo sentido, o sea: acceder al transporte sin pagar la nueva tarifa.
Y es que toda emancipación social fue, es y será siempre en primera instancia una emancipación estética. Una ruptura con las maneras de sentir, de ver y de decir que caracterizan a una época determinada. En nuestro caso, la época de la participación obligatoria.
People Who Died. En ninguna recopilación de punk rock encuentras esta canción. Jamás la incluyen junto a los Pistols, los Clash, los Damned o los Ramones. Sin embargo, yo siempre la he considerado una de las grandes.
El autor es Jim Carroll, un tipo con una vida cuanto menos curiosa. A los 13 años se engancha a la heroína y desde entonces, inicia una doble vida: brillante jugador de baloncesto por la mañana, y poeta enfant terrible junkie, prostituyéndose a cambio de un poco de polvo, por la noche. Así se pasa toda su juventud y, contra todo pronóstico sobrevive, a diferencia de casi todos sus amigos –esos que nombra en esta canción–
En el año 1978, recién cumplidos los 29, Patti Smith (con la que había compartido apartamento en Nueva York), le aconseja formar una banda, la Jim Carroll Band, y así lo hace. Graban un solo disco, Catholic Boy. Un discazo. Lo tienes que escuchar, pocas grabaciones destilan tanta pasión y sinceridad como este álbum. Ese mismo año, Carroll también escribe su obra maestra The Basketball Diaries, un libro autobiográfico que relata sus aventuras adolescentes. (En 1995 Hollywood lo adapta a la gran pantalla con un joven DiCaprio haciendo de Carroll. La película no merece mucho la pena).
Jim Carroll muere a los 60 años en su casa de Manhattan a causa de un ataque al corazón. En uno de sus últimos textos dejó escrito lo siguiente: «Nos escondemos en la fría indiferencia al sufrimiento innecesario de otros, incluso cuando somos nosotros quienes lo causamos» Lo dicho, un gran tipo este Carroll.
Sucedió el día de navidad, supongo que lo habréis leído en la prensa, una chica de 27 años moría en Andorra arrollada por un alud. Se llamaba Alexandra y era mi compañera de trabajo. Todos los lunes y martes por la mañana nos veíamos, ella capitaneando con una sonrisa la oficina de EATM (Escuela de Artes y Técnicas de la Moda) y yo, todavía dormido, dispuesto a dar mi clase de Imagen.
Lo de su sonrisa no es un detalle, a lo largo de mi vida he visto muy pocas como la suya. Ale lo tenía todo: amabilidad, simpatía, eficacia. Era una gozada trabajar a su lado y charlar con ella. Siempre me hacía reír. Normalmente, nuestras conversaciones incluían el snowboard, lo que más le gustaba en este mundo. «Tengo una ganas locas de que llegue el viernes, me voy a pasar todas las vacaciones subida en mi tabla», eso fue lo último que me dijo.
La noticia de su fallecimiento me ha dejado completamente roto, lo único que me anima es pensar que murió haciendo lo que más le gustaba. Volver al trabajo el lunes va a ser duro, Ale, todavía no me creo que no te vaya a ver más. Nunca me olvidaré de ti. Es verdad eso que dicen: «Los mejores son los que primero se van». Te quiero.
Hace algún tiempo, mi amigo Amador Fdez-Savater y yo publicamos en la revista Espai en Blanc un artículo titulado: «FAQ (Frequently Asked Questions) sobre la fuerza del anonimato«.
Se trataba de un texto breve que perseguía definir las principales características de lo que llamábamos «nuevas expresiones sociales». Manifestaciones espontáneas que por aquél entonces comenzaban a aparecer en el terreno de lo social: concentraciones frente a las sedes del PP tras el atentado del 11M en Madrid, sentadas por una vivienda digna, etc.
Hoy, por casualidad, ha caído en mis manos una copia de aquella revista. Apenas recordaba lo que habíamos escrito, y la verdad es que me he llevado una grata sorpresa. Alguno de los contenidos allí expuestos son de una actualidad radiante. Tranquilamente podríamos haber titulado a este artículo «La Fuerza del 15M» o «FAQ sobre Occupy Wall Street». Si no lo hicimos fue porque todavía faltaban 4 años para que estas cosas apareciesen.
Pego aquí algunos fragmentos extraídos de los 15 apartados que componían aquél escrito, a ver qué os parecen:
[Estas nuevas expresiones sociales] «No se sitúan en una relación de fuerzas con un enemigo. No son de derechas ni de izquierdas»
«Son radicalmente heterogéneas y no se acumulan en el tiempo. […] aparecen y desaparecen, se autoconvocan y rechazan toda representación»
«Son interrupciones del funcionamiento social que reconfiguran el mapa de lo posible»
«Puntos de intensidad que aparecen cuando se trenzan por un momento lo existencial y lo político»
«Espacios de subjetivación con los que nadie contaba y en los que cualquiera puede contarse»
«No se definen por una pertenencia común (a una clase, una sustancia o una categoría social específica), sino por una com-parecencia (o presencia común)»
«El motor y el carburante de estas expresiones no se encuentra en una ideología, unas certezas, una alternativa, una firme voluntad de transformar el mundo o una buena disciplina militante, sino en una afectación»
«Tejen nuevas subjetividades, nuevas relaciones sociales, nuevas posibilidades para la acción. Tal vez no transforman la realidad, pero sí nuestra manera de vincularnos a ella»
«El acontecimiento es un momento excepcional, pero sus efectos pueden prolongarse en lo más cotidiano. Todo depende de cómo se elabore/decida su sentido. Qué se hace con lo ocurrido, cómo se piensa y se actúa a partir de él»
«No nos entregan una verdad, hay que crear su verdad, nuestra verdad. Y para ello atreverse a pensar de qué manera esos acontecimientos desafían, desmienten y alteran lo que entendíamos por política»
Fue como meterme un tripi de doble gota, un Panoramix de aquellos. Emocionante y rico a más no poder el encuentro con mister Sinclair, sí señor. Cuando yo le dije que, a diferencia de los años 60, hoy no disponemos de ningún lugar afuera del capitalismo, de ningún sitio al que poder fugarnos para emprender una nueva vida, él me miró a los ojos, le dio una calada al peta que llevaba entre los dedos, y me dijo: «Tú flipas». Y tras sacar el humo de sus pulmones y con un finísimo hilo de voz añadió que ellos tampoco lo tenían entonces, que se lo tuvieron que inventar. «Nadie podía ver las comunas, ni los grupos de psicodelia, ni Haight-Ashbury, antes de que existieran, my friend. Hasta que todo eso sucedió, nosotros también percibíamos el mundo como un círculo cerrado imposible de romper. Y de repente, ya ves, todo patas arriba». Después de decirme esto me pasó el peta y nos tomamos esta foto. Free John Sinclair!