Estamos de vuelta

Estamos de vuelta de aquellos mañanas que nunca jamás llegamos a alcanzar.
Un paseo después del Gloria

He salido a pasear, tenía curiosidad por ver el estado en el que ha quedado mi barrio tras el paso del Gloria. Cuando he llegado a la playa y he visto a lo lejos a este tipo meditando sentado en una colina de peces muertos, plásticos, basura y arena rota, me ha parecido estar viendo la imagen misma de la desolación. Con el ánimo consumido por el cansancio y el dolor, el hombre se resigna a aceptar el más funesto de los designios. Posidón ha sacudido la tierra, el sol se declina hasta desaparecer, y los caminos oscurecidos por siempre no se dejan ya recorrer. La noche perpetua comienza a extenderse sobre todos nosotros, desdichados mortales. Regreso a casa con una advertencia en el pecho: sólo nos queda morir. Pero morir bien. Amando con todas nuestras fuerzas el mundo que estamos a punto de dejar atrás.
Nuestros propios enemigos

«No nos ataquéis a nosotros, caballeros; nosotros ya somos nuestros propios enemigos». Lo dejó escrito un dadaísta hace ahora cien años, en aquellos locos y felices años 20, pero bien podríamos escribirlo hoy cualquiera de nosotros.
20 años de Seattle

Hace ahora 20 años, justo un mes antes de que acabase el siglo XX, sucedió lo de Seattle. Fue un acontecimiento que pilló por sorpresa a todo el mundo. En pleno fin de la historia, una multitud de jóvenes ataviados con tambores y máscaras antigás logró poner patas arriba la cumbre anual de la Organización Mundial del Comercio. Si me lo llegan a decir un día antes no me lo hubiese creído. Una cosa así no podía suceder en un mundo que parecía haber dejado de girar. El mundo era en aquel entonces un tipo gordinflón acomodado en su sofá con una sonrisa de oreja a oreja que no dejaba de zampar pastelitos mientras tarareaba: «Yo soy así, y así seguiré. Nunca cambiaré». Y, de repente, las imágenes de aquellos chicos sentados en mitad de la vía y gritando aquello de «Another World is Possible». Su aparición en las pantallas de todo el mundo a la vez fue como una pócima mágica que, de golpe y porrazo, rompía el hechizo que nos mantenía jóvenes pero helados.
Aquellas imágenes hicieron saltar por el aire el cemento de mis hábitos mentales y yo ya no volví a ser el que era nunca más. Desde Seattle estoy vivo todo el rato, y así pienso seguir hasta que deje de estarlo.
Sueños

Y todos tenemos sueños buenos y malos y un camino que recorrer.
Contra toda posible alianza (Guerra intestina en Cataluña)

Pues parece que el siglo XXI avanza sin sorpresa alguna. Con paso firme y sin desviarse ni un centímetro de su camino pautado, cumple de momento todas y cada una de sus profecías. Más muros, más fronteras, más formas mortales de seguridad. Desigualdades que no paran de crecer e impulsos separatistas que surgen por todas partes. Ya lo estáis viendo, divisiones internas marcadas por el egoísmo y la codicia llegan ahora decididas a terminar con toda posibilidad de alianza. Mucho me temo que las guerras que vienen van a ser incluso más asimétricas que las acontecidas en el siglo XX. Y más confusas también. Si se cumple el guión establecido (y nada parece indicar que no vaya a ser así) nuestro futuro más inmediato será una continua exposición a la violencia; una constante amenaza existencial. ¿Y la política? Pues mucho me temo que la política está destinada a convertirse en poco más que una interminable lucha callejera, una lucha sucia en la que la razón poco importará y los hechos menos aún. El mundo se nos viene encima, chavales, y las banderas no hacen más que dificultarnos el avistamiento del lugar donde aún se esconde la vida.
El observador

Hace más de una década que imparto clase en Prodart, el Máster de Producción e Investigación Artística de la Universidad de Barcelona. Mi asignatura, Procesos de producción y difusión de las artes mediales, es un seminario intensivo dedicado a estudiar algunas de las últimas transformaciones acontecidas tanto en el campo de creación como en el de la recepción de las imágnes contemporáneas. El pasado viernes hablamos de la figura del observador –esa extraña condición que nos define cada vez más– y durante la charla salieron algunas cosas interesantes. Os dejo aquí unos apuntes.
1-Más que habernos convertido en un nuevo tipo de espectador, lo que nos ha sucedido en las últimas décadas es que nos hemos adecuado a toda una constelación de nuevos acontecimientos, fuerzas e instituciones que, juntos, provocan un nuevo modo de mirar y de percibir el mundo.
2-Esta drástica reconfiguración de las relaciones entre el sujeto observador y los modos de representación trae consigo la alteración misma de los términos «observador» y «representación».
3-El observador es hoy el lugar donde la representación se hace visible, y nuestros cuerpos son extensiones de redes de datos que hacen clics, enlaces y selfies.
4-Las imágenes que vemos a diario no remiten ya tanto a la posición del observador en un mundo «real» percibido ópticamente, sino a millones de bits de datos matemáticos distribuidos electrónicamente.
5-Más que una estructura ideológica o económica, lo que determina la visión de nuestro tiempo histórico es más bien el funcionamiento de un ensamblaje colectivo de partes dispares en una única superficie visual: la pantalla (y más concretamente, la pantalla del móvil).
6-En este sentido, el observador es hoy el principal agente de recepción y distribución de fenómenos dispares localizados en muchos lugares distintos. El observador es a la vez quien consume estos fenómenos y quien los intercambia globalmente. Así es como la imagen se hace cada vez más una con nuestra propia vida, con nuestra forma de pensar y con la manera en que experimentamos el mundo.
7-Lo que vemos no es ya sólo aquello que está a la vista, sino aquello que nos resulta coherente con lo que sabemos y con lo que ya hemos experimentado.
8-Las redes sociales con las que interactuamos a diario no hacen más que potenciar al máximo esta condición. Estos canales de distribución y adquisición masiva de comportamientos y patrones terminan encerrándonos en un movimiento homogeneo, confuso y de lo más paradójico: buscamos diferenciarnos y ser originales sólo para ser validados, aceptados e iguales a todo el mundo.
9-Las imágenes con las que hoy hacemos mundo son imágenes que muestran una experiencia colectiva individualizada al extremo. Son la representación cotidiana de una profunda soledad multitudinaria en la que tan sólo alcanzamos a vernos a nosotros mismos.
10-Si ver ya no es creer sino más bien «algo que hacemos», ¿cómo hacer que volvamos a creer en aquello que no vemos?
45 años

Hasta aquí he llegado empujado por las olas, el resto del camino lo haré andando.
Qué absurda concepción

Qué absurda esa concepción según la cual cada individuo constituye una sola persona dotada de un rostro y un nombre únicos.